martes, enero 08, 2008

Los MSC en la República Dominicana

1.Inicios de la Misión.El 17 de noviembre 1935, el P. Pierre L'Esperance, superior de la pro-provincia canadiense, anunciaba en una circular la aper­tura de una misión en República Dominicana. Desde 1912, once re­ligiosos canadienses habían apo­yado a la provincia de Francia en Papua-Nueva Guinea. Pero, la pro-provincia canadiense había ya llegado a la edad adulta. Con sus 120 miembros, había llegado el tiempo de tener su propia misión.
Así que, en el verano de 1935, los Padres Augusto Cadoux y Cipriano Fortin se embarcaron hacia las Antillas, con el objeto de encontrar un nuevo campo de apostolado. El P. Cadoux se incli­naba más bien hacia Haití, por­que se hablaba francés y un nu­meroso clero de origen francés ejercía allí su ministerio. El P. For­tín, por su parte, prefería Santo Domingo, porque faltaban sacer­dotes y las necesidades espiritua­les eran más patentes. El futuro le dio la razón y su tenacidad le me­reció ser considerado como el fundador de la misión en Repúbli­ca Dominicana.
Los primeros.
Basado en el informe favora­ble de los delegados, el Consejo General de la Sociedad MSC apro­bó, el 8 de noviembre de 1935, la fundación de la misión en tierra dominicana. El P. Provincial de­signó también a los primeros mi­sioneros: los Padres Augusto Ca­doux, Cipriano Fortin, Alfonso Fradette - un veterano de Pa­pua-Nueva Guinea - y Adriano McShane, de la sección ameri­cana. Tres Hermanos eran miembros del primer contin­gente: Silvio y Alberto Plourde, y Cleofás Laverdíére.

2. Sánchez, Villa Riva y SamanaEl territorio confiado a los MSC canadienses estaba situado en la costa nordeste de la Repú­blica Dominicana. Esa región, bastante poblada, pero poco desarrollada, aislada y sin co­municación, tenía una urgente necesidad de pastores. Los MSC fueron, pues, acogidos, según la expresión del arzobispo de Santo Domingo, Mons. Ricardo Pittini, como un "grupo de án­geles"venido en ayuda de esas poblaciones pobres.
Al otro día de su llegada, en febrero 1936, el P. Cadoux era entronizado como párroco de Sánchez, que estaba sin sa­cerdote. El P. McShane y el Hermano Cleofás se quedaron con él, mientras los P. Fortín y Fradette, así como los dos Her­manos Plourde, salieron hacia Villa Riva.
En junio 1936, el párroco de Samaná falleció de un ata­que al corazón. El P. McShane, que le había dado los últimos sacramentos, se encargó inme­diatamente de la parroquia, que incluía Sabana de la Mar y Miches, dejando al P. Cadoux con el pro­blema de encontrar otro coopera­dor. No fue posible antes del 9 de septiembre, fecha de la llegada a Sánchez de los primeros refuer­zos: los Padres Alfredo Lambert, Enrique Potvin, Carlos Guillot y el Hermano Alfonso Landry.
Mons. Pérez Sánchez, vicario general en ese entonces, les ofre­ció encargarse también de Castillo y Pimentel, pero la falta de perso­nal los obligó, a lo menos al prin­cipio, a limitarse a Sánchez, Villa Riva y Samaná, para evitar la dis­persión y también para tener cier­ta vida comunitaria.
Para ese puñado de cana­dienses llegados sin transición a República Dominicana, todo era novedad: el clima, el idioma, la comida, las costumbres, el trans­porte, el ministerio pastoral.
Se puede decir que fue en una indigencia extrema que co­menzó el apostolado MSC en Rep. Dominicana: les faltaba de todo. Pero como otras tantas veces en la historia de la provincia, los Hermanos coadjutores, que ejer­cían casi todos los oficios, pusie­ron mano a la obra y muy pronto, gracias a ellos, las tres parroquias llegaron a ser habitables.
En el renglón económico, una ayuda preciosa vendrá del Canadá y, particularmente de los lectores de los Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Ca­da mes, el P. Cadoux relataba los progresos de la misión y daba cuenta de sus necesidades. A vuelta de correo, numerosas car­tas y cheques llegaban a Sánchez para animar a los misioneros. Gracias a esa ayuda de los sus­criptores, pudieron consolidar su posición y hasta pensar en ex­tender su campo de apostolado.

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CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
Te saludamos, Corazón admirable de Jesús.
Te alabamos, te glorificamos, te damos gracias,
Te ofrecemos nuestro corazón, te lo entregamos y consagramos.
Recíbelo y poséelo entero, puríficalo, ilumínalo y santifícalo,
A fin de que vivas y reines en él, eternamente,
Por los siglos de los siglos. Amén
."
Misioneros del Sagrado Corazón, MSC.
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