La Navidad es la fiesta de los niños y del divino Niño que se esconde dentro de cada adulto. Es enormemente inspiradora la creencia en que Dios se acercó a los seres humanos en forma de niño. Así nadie puede alegar que sólo es un misterio insondable, fascinante por un lado y aterrador por el otro. No. Se aproximó a nosotros en la fragilidad de un recién nacido que lloriquea de frío y busca hambriento el pecho materno. Tenemos que respetar y amar esta forma con la que Dios quiso entrar en nuestro mundo, por la parte de atrás, en una gruta de animales, en una noche oscura y llena de nieve «porque no había lugar para él en las posadas de Belén».
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