Para nuestro modo “científico” de entender la verdad, el relato lucano de la Anunciación es muy difícil de “comprender”, porque nuestra comprensión de las cosas está determinada por la necesidad de la “prueba”, la demostración fáctica; no así para el oriental, para ellos una verdad no requiere (por lo menos a la época bíblica) todo lo que nosotros hoy requerimos; basta con que lo enseñe un maestro, una persona de autoridad en la comunidad, y se le cree.
En esa medida, la comunidad de Lucas no tiene ningún reparo en aceptar que el origen de su Señor necesariamente tenía que ser divino; no coincide con el origen espectacularista del oficialismo judío, pero sí coincide con las esperanzas de los empobrecidos, los humildes y sencillos, y porque coincide con esas expectativas, proviene de una mujer miembro de ese colectivo, mas no concebido como todos, sino como obra del mismo Dios; en tal medida, María no tenía que ser fecundada por un varón humano, su fecundación es obra de Dios mismo, fuente y plenitud de la vida que no necesita ningún medio humano, pero que no obstante, incluye el medio humano para realizar su gesto de acercamiento y acogida a sus criaturas.
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