Carta con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón
Queridos hermanos: Saludos para todos los hermanos del mundo entero y los mejores deseos para la fiesta del Sagrado Corazón del 11 de Junio de 2010.
Nuestra fiesta patronal coincide esta vez con la clausura del Año Sacerdotal que, para los que recibieron el orden del sacerdocio ha sido una ocasión especial de oración y, para los Misioneros del Sagrado Corazón, una ocasión de oración y renovación, por estar todos nosotros llamados a ser uno con Jesús, el verdadero Sumo Sacerdote.
La propaganda negativa que se ha suscitado por algunos casos de los malos comportamientos de sacerdotes, obispos y religiosos de todo el mundo ha lanzado de muchas formas una negra nube sobre esta celebración. Reconocemos con pena nuestra debilidad y pecaminosidad y la necesidad de conversión y de reforma en nosotros y en nuestros hermanos. El antiguo dicho: Ecclesia semper reformanda, in capite et in membris, sigue siendo válido hoy para nosotros. Que la fiesta del Sagrado Corazón nos sirva para aceptar este reto y para cambiar en nosotros las actitudes que hayan podido causar esta crisis y el sufrimiento en las víctimas de la mala conducta clerical.
El primer cambio de actitudes es hacernos más humildes y asumir el hecho de que la profesión religiosa y la ordenación no nos hacen mejores que los demás. Nos ponen al servicio de nuestros hermanos y nos hacen responsables de la gracia que hemos recibido y de la que somos administradores indignos. Nosotros, como Jesús, el Siervo del Señor, que nos invita a ir a él porque es “manso y humilde de corazón”, debemos ser solidarios con todos los hermanos - con los que se portan mal y con las víctima del mal. Jesús, al encarnarse, y para redimirnos a todos, tomó sobre sí nuestra condición pecadora y, por así decir, se hizo uno con los pecadores y opresores así como uno también con las víctimas del pecado y la opresión. Por la reparación “participamos en su obra redentora y completamos en nosotros mismos lo que falta a los sufrimientos por su cuerpo, la iglesia” (Const. 16).
Otra actitud es la fidelidad y la perseverancia. Con la vocación de MSC se nos dio una misión - misión que queremos estudiar y celebrar en el Capítulo del próximo año. Se nos llama a ser fieles a esa vocación y a esa misión. Eso es lo que Dios quiere de nosotros y nuestra obediencia consiste en esa fidelidad. “Aquí estoy Señor, vengo a hacer tu voluntad” es la actitud permanente de la Palabra Encarnada, y esa debe ser nuestra permanente actitud. Esta fidelidad y esta perseverancia son una parte importante, sobre todo como comunidad, de nuestro testimonio del Evangelio. Sin esta fidelidad no hay ni testimonio ni misión.
La tercera actitud es la esperanza y la confianza. A pesar de los problemas y de los fallos que nos asedian como individuos y como Iglesia, tenemos el reto de seguir proclamando el Evangelio, que es siempre la Buena Noticia para los pobres y los pisoteados. El Evangelio es Buena Noticia no porque nosotros seamos buenos y maravillosos sino porque Dios es bueno y maravilloso. El amor y la misericordia de Dios, simbolizados en el Corazón traspasado de Jesús, eso es lo que nosotros queremos grabar en nuestros propios corazones y compartir con los demás. Cuando nuestros corazones dolientes sean un humilde reflejo del misterio de Su Corazón, es entonces cuando realizamos la tremenda misión que se nos ha dado. Y así como Su Corazón está lleno de esperanza y de confianza, así debe estar el nuestro. “Soy yo, no temáis” estas palabras suyas son para nosotros, y han de ser las nuestras para el mundo.
Que Dios nos de el coraje que necesitamos para ser fieles y esperanzados en el mundo de hoy.
In Corde Jesu: Mark McDonald, MSC, Narciso Abellana, MSC, F. X. Wahyudi, MSC, Faustino Fernández, MSC.
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