Reproducimos el interesante artículo de Don Ignacio Miranda publicado en su sección "Humanismo Integral" en la revista Amigo del Hogar de abril, que después de reflexionar sobre la Pascua, permite conocer el pasado y presente de la comunidad de Los Prados y los principales problemas que enfrenta a partir de los cambios que se han dado en ese sector.
LOS PRADOS, es una comunidad de una riqueza humana extraordinaria, que le cabe el honor histórico de ser la primera urbanización financiada por el sistema mutualista de ahorro y préstamo para la vivienda.
Durante cerca de medio siglo que tiene la comunidad, he destacado los valores comunitarios de sus habitantes originales, poniendo énfasis en que se trata de la expresión más acabada de “clase media”, por la similitud de las características de su origen: familias integradas por matrimonios jóvenes, en gran proporción profesionales, con bastante aproximación en los niveles de ingresos, la mayoría procedentes del interior, con su aire pueblerino alegre, solidario, religioso y amor forestal. Alejada de las vías de comunicación de la época, en 1964, cuando comenzó a gestarse la urbanización, solía decir: “por Los Prados no se pasa.
A Los Prados se va”. Ya la cosa no es así: vehículos pesados, incluyendo patanas y autobuses usan Los Prados como desvío “para ganar tiempo”, contaminando y poniendo en riesgo la vida de sus moradores. Las viviendas eran individuales y similares, de un nivel, y el comprador se comprometía a usarla como residencia, y, en caso de modificación, no podría elevarla a más de dos plantas.
Si observamos el plano original, veremos que al centro de la urbanización había un triángulo que contenía tres solares donde se ubicarían una Iglesia, una escuela y un centro cívico. La Iglesia y la escuela están ahí, pero el centro cívico no. La Iglesia está servida por los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC), con una vocación pastoral de una eficacia tal que han sido de un extraordinario instrumento de desarrollo de la comunidad no solo en el orden religioso sino también en lo social.
Comunidades y programas como Dinámica de Parejas (DIPAR), Dinámica de Jóvenes, Cuerpo de Cristo, dedicadas al fortalecimiento familiar, promovidas por los MSC, son aportes de Los Prados al desarrollo integral del país. La Escuela es el Colegio Nuestra Señora de La Altagracia (CONSA) servido por “las altagracianas”, como se conoce a las consagradas que integran el Instituto Secular Nuestra Señora de la Altagracia, de orientación Jesuita, concebido por el Padre Manuel González Quevedo, SJ. y fundado y promovido por José María Uranga, SJ. Alicia Guerra, cofundadora del Instituto fue la fundadora del CONSA y cofundadora de DIPAR con el Padre Lucas Lafleur, MSC.
La prensa, especialmente El Caribe, ha destacado los hundimientos, no solo en Los Prados sino también en San Jerónimo y La Castellana. La comunidad debe agradecerlo. Pero hay que destacar que no es el único atropello contra la comunidad de Los Prados, que merece respeto por su condición de seres humanos, pero también porque ha hecho notable contribución al nivel de desarrollo en que se encuentra el país. El primer atropello fue el despojo, por parte del Banco Nacional de la Vivienda y, por tanto, del Estado, de su solar destinado al centro cívico. La razón de los hundimientos es que se ha ignorado las condiciones arcillosas del terreno que no permiten edificaciones elevadas. También hay que destacar los negocios dañinos, comenzando por las ventas de vehículos que contaminan con su monóxido de carbono, ocupación de aceras, etc.
A todo esto se suma la ausencia de un cuartel policial, con su consecuencia de robos, atracos. También la mala calidad y altos precios de los servicios, comenzando por la energía eléctrica. Son muchos y muy diversos los males que oprimen la comunidad de Los Prados, una urbanización que ha aportado al país, personas de la más alta calificación, por su capacidad en instrucción, experiencia y moralidad, profesionales, intelectuales, académicos, técnicos, empresarios, políticos.
El comportamiento de El Caribe debe mover a las demás empresas lícitas ubicadas en el sector, a unirse a la Junta de Vecinos para sanear el ambiente ecológico contaminado por diversas causas físicas y sociales. De igual modo, nos parece que la Pastoral Social debe ser una aliada de la Junta de Vecinos para, con el testimonio de vida cristiana que le induce al esfuerzo eficaz y eficiente, por efecto de demostración sean fermento de compromiso en función del bien común y jamás inclinarse a intereses particulares. Esto constituiría una restauración y una conversión del antivalor de la opresión, al valor de la libertad, para la comunidad de los Prados.
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