Carta del Padre General Junio de 2017
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
El Padre General de los MSC y el Consejo General nos envían la reflexión correspondiente a la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el próximo 23 de junio. Esta es la última carta que recibiremos de ellos, ya que en septiembre, durante el Capítulo General en Roma, será elegido el nuevo Padre General y su Consejo. Es, por tanto, una carta de despedida al concluir su servicio a la Congregación desde la Casa General MSC.
Queridos hermanos MSC.
Saludos en el Señor y los mejores deseos para todos vosotros al celebrar la
¡Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús el 23 de junio!
Que sea una ocasión
para reflexionar sobre el hecho de que somos Misioneros del Sagrado Corazón
y que hemos sido enviados para ser ese Corazón para los demás, “Amar
como Jesús amaba”.
Esta es la última
carta que escribimos a la
Congregación como Administración General. Las
felicitaciones de Navidad que recibirán al final de año serán
de la nueva Administración elegida en el Capítulo General de septiembre.
Aprovechamos esta oportunidad para despedirnos y, como vamos a destinos y retos nuevos, les pedimos
sus oraciones.
Durante estos años
(doce para Wahyudi y yo mismo, y seis para Carl y Chris) hemos tenido el
privilegio de servir a la
Congregación como
General y como Consejo General. El obispo Rafael Rodríguez estuvo con
nosotros durante los primeros años y al escribir esto le tenemos presentes. Les
estamos muy agradecidos por su amabilidad y por el apoyo
que hemos recibido de ustedes. Su hospitalidad cuando les visitábamos, Su
cariño en tantas ocasiones y su apoyo han sido muy importantes para nosotros. Les
damos las gracias y pensamos que ha sido un privilegio haber podido servirles
en este papel de liderazgo. Les pedimos también que nos perdonen todo lo que, durante estos años, no hemos hecho o lo hemos hecho mal.
Los miembros del
Consejo me piden que comparta con ustedes algunos de mis recuerdos y
sentimientos. No es nada fácil ya que la experiencia ha sido en muchos sentidos impactante.
Nosotros cinco deberíamos estar meditando el resto de nuestra vida sobre
qué significó esto para nosotros, y cómo
nos cambió. Pero yo les voy a hablar de
tres casos concretos cada uno de los cuales tiene como referente un río
distinto.
En las Filipinas
viví un mal momento al cruzar el río
Agusan, a pie, por un puente. Iba con los PP. Tito y Charles Patricio y varias personas más. Para
mí que tengo el mal de altura este paso
fue un momento de miedo y de pánico. El
río rugiendo veinte metros debajo me sirvió para hacerme ver mi indefensión y
mi insignificancia en el gran conjunto de la
naturaleza. Fue una experiencia de humildad y de impotencia. Un
sentimiento no muy distinto fue el que tuve en el comedor de la comunidad de Alotau, PNG. Veía mi fotografía colgada en la pared, pero a la vez estaba viendo en la habitación de al lado la
fotografía del P. Mike Curran encima de una papelera. Pensé inmediatamente que
algún día estaría mi fotografía ¡en el cubo de la basura! ¡Y ahora ese día se
está acercando rápidamente! ¡Sensaciones como ésta te hacen
bajar a la realidad!
En el Congo durante dos días y dos noches viajé por el
río Tshuapa abajo en una canoa con los PP. Bruno, Toussaint y Jacques desde
Bokungu hasta Mbandaka. Estaba del todo anonadado por la majestuosidad del río,
por la jungla y por el cielo estrellado. Una experiencia de la presencia de
Dios y del poder de la naturaleza. Me sentí de nuevo poca cosa, pero esta vez
sin miedo alguno. Fue una experiencia
del “ubique terrarum”, un recuerdo del coraje y la audacia de nuestros misioneros tanto los de antes
como los de ahora. Y me sentí muy orgulloso de nuestra Congregación y me hizo ver que tenía que ser valiente y correr riesgos en la misión de hoy.
En Brasil hice una rápida excursión en una motora Río
Negro arriba para visitar la estación de una misión entre los nativos
brasileños en San Gabriel da Cachoeira, en la región del Amazonas. Iba con los PP. Cortez e Ivo y con
los novicios Jackson y Junior. Esta fue una
experiencia de cercanía, de estar presente con los hermanos en una
pequeña barca, con la gente que encontramos en la capilla de la misión y con el
río mismo y con las pirañas que nos
imaginábamos ¡acechando entre las aguas! Me hizo recordar con emoción
mi unión con los hermanos de comunidad, con la gente a la que sirvo y
con todas las maravillas de la
naturaleza. Para mí fue una experiencia del misterio de la encarnación. Era en
esta realidad de la gente y de la naturaleza donde Jesús vivía con nosotros,
donde compartía nuestra humanidad y “se entregó por mí”. Me siento llamado, donde
quiera que esté, a vivir esta cercanía
en comunidad, con mis hermanos y con la
gente con la que trabajo.
El “río”
es un símbolo bíblico muy rico. El río del templo nuevo del futuro se encuentra en el cap. 47 de Ezequiel y en
el 22 del Apocalipsis. Y parte de la misma imagen es el agua del costado abierto de Jesús en el cap.
19 de Juan. Unos ríos de agua viva
brotan del corazón del creyente (cap. 7 de
Juan), y a la samaritana Jesús le
habla del agua viva (cap. 4 de Juan). En el texto que hemos escogido para el
Capítulo General (cap. 2 de Juan) el agua se convierte en vino y es el “vino
mejor” que el novio reserva hasta ahora.
El “vino mejor”, como el “agua viva”, como “el pan verdadero que baja del cielo”, la
“luz verdadera”, “el buen pastor” y la “resurrección y la vida” son, naturalmente,
Jesús mismo. El agua que fluye a un río,
sobre todo a los grandes ríos como los que
he mencionado, nos trae a la mente el amor fiel y la presencia de Aquel que vino a estar con
nosotros, a vivir nuestra vida y a compartir la suya con nosotros. En el “Acuérdate” pedimos a
María que nos conduzca a las fuentes de agua viva.
A lo largo de estos
años me han sucedido muchas cosas a mí (y a nosotros cinco) ¿He “crecido”? ¿He pasado por la conversión que predico a los demás? Yo puedo asegurar
que soy más consciente ahora de la
necesidad de la conversión de lo que
era antes. ¡Y espero que sea éste un paso en la buena dirección! Creo,
sobre todo, que he tenido muchos momentos en los que he palpado el amor
abrumador de Dios por mí. Al tratar los problemas, al encontrarme con los
hermanos y al ver todo lo bueno y todo
el amor que tienen, en mis viajes alrededor del mundo, en la vida en el
generalato y en mis oraciones y reflexiones sobre la realidad… (veía que)
nuestras Constituciones adquirían un sentido nuevo. Consciente del amor de Dios y de mi pequeñez,
consciente de que Dios ama esta “nada”, me siento motivado a devolver, a
cambio, ese amor y a continuar esta misión en los años que me quedan. Quiero
dar las gracias a Dios, a todos los
miembros de esta
Administración y a todos ustedes por
todo lo que he recibido.
Por favor, sigan rezando por
el Capítulo General de septiembre (el 25º de los nuestros) y por el discernimiento al que están
convocados a hacer los miembros del Capítulo.
¡¡Que Dios les
bendiga a todos!!
Mark McDonald, MSC
Por el Consejo General.
Que Dios bendiga a nuestros misioneros, siempre y provea abundantes y santas vocaciones: sacerdotales , religiosas y laicales
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